Son los años de "una dictadura especial" que, entre las demás cosas, intenta acabar con las organizaciones sociales del Perú y, por ende, de Vila El Salvador.
Alberto Fujimori resultó electo no por sus virtudes sino por el rechazo de un país mestizo y andino a un candidato como Mario Vargas Llosa que representaba, demasiado ostentosamente, a las elites limeñas blancas y coloniales. Poco después de acceder a la presidencia, fue quedando en evidencia que el país estaba siendo gobernado por un déspota frío, calculador, implacable. Pronto estableció una férrea alianza con las cúpulas militares y empresariales, con las que estableció pactos de sangre y de dinero a cambio de impunidad y un rosario de casos de corrupción.
En abril de 1992 perpetró un autogolpe. Cerró el Congreso e intervino el Poder Judicial mediante la destitución de los opositores. Concentró el poder en sus manos y gobernó en adelante con el apoyo de los militares. Profundizó todos los males que heredó: la guerra sucia, la corrupción, la militarización del país y muy en particular de las áreas rurales, y la desnacionalización de la economía con la entrega al sector privado multinacional de la minería, los hidrocarburos y los servicios básicos. Como suelen hacer las dictaduras, realizó obras importantes de las que se beneficiaron algunos contratistas amigos pero que eran imprescindibles para un país hundido en la bancarrota y que salía de la hiperinflación.
En su favor, puede decirse que puso fin a la guerra y promovió cierto repunte de la economía. Lo primero lo consiguió violando de forma descarada los derechos humanos, con miles de desaparecidos y torturados, y encarcelando inocentes juzgados por "jueces sin rostro", en una permanente parodia de justicia. Recibió un país en guerra, una guerra diferente en la que una de las partes, el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso, fue responsable de más de la mitad de las 69,280 víctimas comprobadas por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR). Fue una guerra contra los campesinos quechua-hablantes: 79% de las víctimas vivían en zonas rurales y 75% hablaban quechua u otras lenguas nativas.
En paralelo el mayor daño que Fujimori le hizo al país consistió en institucionalizar la corrupción: "El defenestró todos los poderes del Estado, compró la conciencia de los medios de comunicación, de políticos, de empresarios, de las fuerzas armadas; envenenó la conciencia y la cabeza del hombre común y corriente a través de diarios chicha (amarillos) que salpicaban porquería sobre el honor de las personas; degradó moralmente al país".
Comprender las raíces del fujimorismo supone adentrarse en las causas del autoritarismo, ya sea el de Sendero Luminoso o el de la dupla Fujimori-Montesinos, que no son más que dos caras de un mismo fenómeno. Desmontar el autoritarismo supone que las madres de El Oasis no se vean forzadas a dar vivas al que está arriba a cambio de bolsas de arroz.