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Zicario Azul (fracmento)

Azul se movía de un lado al otro de la ciudad en taxi, los autos eran pequeños, rápidos e inseguros, si por una casualidad tenias un accidente, quedabas hecho puré, pero eran baratos y entretenidos para conversar con los chóferes que siempre son el pulso de la ciudad.

-¿Que tal amigo, como esta el negocio?

-Hasta las patas- contesto el conductor.

-¿No le va bien?

-No le va bien a nadie, fíjese que la mitad del país esta jodido.

-¿Y la otra mitad?

-Ya se fueron, viven en “Extranja”, ya se salvaron.

-“Extranja”. Que gracioso, ¿De donde sale ese nombre?

-Yo lo invente, EXTRANJA es una isla que queda en ninguna parte, entre la soledad y el olvido...

-Maestro, me resulto poeta usted.

-Por supuesto joven, no solo soy chofer de taxi, también soy filosofo callejero, bueno en realidad soy abogado pero en lo mío ya no hay sitio ni chamba.

-¿Bueno, algo se puede hacer pues, no cree, para cambiar la situación?

-Por supuesto mi querido amigo, si yo fuera el presidente ya habría fusilado a todos esos que se aprovechan de la cojudez de los pobres.

-¿Fusilados?

-Claro pe mi amigo, este chongo no lo arregla nadies, hay que poner mano dura, usted se habrá dado cuenta que aquí el que no esta de acuerdo con el gobierno, agarra una pistola y se subleva, o lincha a la autoridad o se declara en huelga y pide el cambio del gobierno, es la tierra del olvido, el país de las maravillas, la cueva de Ali Baba, llena de ladrones, de corruptos, a veces creo que habría que meter a todos los políticos en un barco y mandarlo al medio del mar para que se hunda, así comenzamos de nuevo, si no, no vamos a arreglar nadita, señor. Por mi madre que me da cólera.

-Usted es un radicalazo, pero no pueden estar tan mal las cosas- dijo Azul para animar la conversación.

- Mire joven, yo no hablo mucho con los clientes, me he vuelto bien desconfiado, pero usted me cae en gracia, hace una semana me asaltaron ¿Quiere que le cuente?

-Siga nomás

-Bueno, era una pareja, el estaba bien vestido, ella era una chica muy bonita, parecía que iban a una fiesta o algo así, muy amables y educados, me pidieron que los llevara, hacia el terminal de la Panamericana, allá donde se toman los ómnibus para viajar al norte, a la mitad del camino en plena carretera, sentí una cosa aquí por el riñón, el pata me dijo: –¿Tu sabes lo que es esto no?- yo pensé. – Chucha, ya me jodi- ¿Sabe que? La chica tan bonita ella, tan finita, volteo, me miro a los ojos y me dijo con una sonrisa linda:

-Mira tío, si no te quieres morir, solo tienes que obedecer, ahora te vamos a decir adonde queremos ir.

Me cambiaron la ruta hacia la Panamericana sur, por la playa, yo manejaba cagao de miedo, pensaba en mis hijos, llegamos a un descampado, mire, sin mentirle, fue la chica la que me dijo:

-Metete entre los matorrales ¡Ahora bájate conchatumadre! Ni se te ocurra voltear o te mato.

Así que caballero nomás, salí, asustadazo, creí que me iban a matar, joven, como no pasaba nada comencé a correr, corrí, corrí como loco, hasta ahora estoy corriendo. Es la tercera vez en un año que me asaltan.

-¿Y porque no deja esto?

-¿De que voy a vivir? Si no hay chamba, tengo tres hijos que mantener, dos van a la universidad.

Llego al barrio, entro en la pista principal, por todos lados las casas aun estaban a medio construir, rumas de ladrillos, montones de piedras, tierra, fierros que sobresalían de cada columna, las combinaciones de esteras con paredes, ladrillo con cartón, calamina con madera, mostraban la búsqueda del anhelo final, el sueño de la casa hecha con “material noble”, ladrillos y cemento, símbolo de permanencia, de seguridad, de progreso. Lo que fue un arenal inmenso se había convertido en una ciudad desarrollada, con pistas, grandes alamedas, parques, edificios, centros de comercio, hostales, mercados, discotecas, colegios, rodeados de miles de árboles que eran regados con el agua sucia que se recuperaba.

Pero por otro lado, ya no cabía una casa mas en los pocos espacio que quedaban, así que las faldas de los cerros aledaños se habían llenado de invasiones, montones de chozas junto a los baños, sin planificación, sin orden, sin espacios abiertos, mientras los buses, las camionetas rurales, las combis, los mototaxis se amontonaban en las pistas de asfalto, en los paraderos las lindas chicas recién bañadas, vestidas con sus mejores galas y sus infalibles zapatos de taco, esperaban sus transportes, pasaban la mayor parte de su vida caminando en terrales donde andar sin zapatos era lo mejor, pero tenían que meter sus pies en esos espantosos modelos para salir al centro de la ciudad a pasear sus anhelos.

Recordó a una muchacha que quiso impresionarlo, la primera vez que se encontraron vino a la cita con un vestido rojo y zapatos de charol, rojos por supuesto, tuvo tanta ternura al verla con su ropa pasada de moda, pero bella y sensual, no recuerda que paso después pero su imagen sonriendo deslumbrante, roja, quedo para siempre en la memoria.

Entro por Primero de mayo, cruzo la alameda de los fundadores y doblo por la avenida Revolución, entonces le pidió al taxista que lo llevara por la plaza de la Solidaridad que estaba en el medio de la ciudad, paro un rato para verla y recordar, pero la plaza estaba partida por la mitad, un horrible edificio hecho de vidrio y metal había sido incrustado en el espacio, el taxista le contó que el viejo alcalde era conocido por su mal gusto, además de su afición por la chiquillas – por eso para mostrar a todos que aun podía, puso al lado de la puerta de la nueva municipalidad un obelisco que simbolizaba su pene erecto- dijo riendo el conductor.

Por fin llego a la casa de su madre, como todos los domingos, el parque central del grupo residencial estaba lleno de gente....

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por

Miguel Almeyda
Villa El Salvador
2005
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  Fracmento de la novela ZICARIO AZUL publicada en el 2005  
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